Trabajo de reparto, migración, cuidado y derechos laborales Para comprender las estructuras que se activan cuando damos “clic”

Belén Valencia Castro - fotografía josep vecino

En el año 2018, el trabajo de reparto[1] llega a Ecuador en medio de un escenario en el cual el país retornaba al establecimiento de políticas neoliberales, alta presencia de población migrante y refugiada enfrentándose a políticas anti-migratorias y a la xenofobia de la población local y al inicio del desmantelamiento de la institucionalidad público-estatal.

En ese contexto, un estudio realizado en 2019 sobre el trabajo en plataformas en la ciudad de Quito muestra que al menos el 54% de personas que trabajaban aquel año para las aplicaciones de reparto -por ejemplo, Uber Eats, Glovo- eran venezolanas (Hidalgo et Valencia 2019)[2]. Este dato es confirmado en el 2020 por una encuesta realizada por el Observatorio de Plataformas[3], donde se ve que al menos 62% de personas que trabajan a nivel nacional para aplicaciones de reparto son venezolanas. Las población migrante y refugiada que llegó en el año 2018 a Ecuador encontró en el trabajo de reparto una salida al desempleo, el hambre y a los cambios que trae dejar tu país en búsqueda de mejores condiciones de vida. Muchxs de ellxs, al llegar, tuvieron que enfrentarse a trabajos remunerados precariamente, que no llegaban al salario mínimo y mucho menos contaban con derechos laborales; muchxs profesionales, cuyo título no es reconocido por fuera de su país de origen, hallaron en el trabajo de reparto la posibilidad de tener un ingreso mayor al salario básico, que permitió reproducir y sostener su vida y la de su familia.

Pero ¿Cómo funciona el trabajo de reparto? Las personas interesadas en trabajar en las plataformas de reparto (Uber Eats, Glovo, Rappi, Delievereo, Indriver, etc.) deben descargar la app, como cualquier aplicación en un smart phone. Además, deben tener un plan de datos que les permita conectarse a internet permanentemente, papeles de ciudadanía legalizados, el Registro Único de Contribuyentes (RUC), firma electrónica, un vehículo (moto, bicicleta, auto) en el que realizar el trabajo. Tras realizar un proceso de espera y entrega de todos los requisitos, que varían de acuerdo a los parámetros de las empresas dueñas de las apps,  lxs trabajadorxs están obligadxs a comprar la maleta y vestimenta necesarias para trabajar en las aplicaciones. Es decir, es la persona trabajadora quien pone todos los medios de producción para realizar el trabajo. Las empresas de apps de reparto aseguran prestar un servicio a lxs trabajadorxs, por el uso de la aplicación, por lo que niegan que haya un vínculo laboral entre las empresas y lxs trabajadorxs, es por eso que los denominan socios o colaboradores autónomos.

[1] El trabajo de reparto funciona a través de las plataformas digitales de reparto que juntan la oferta y la demanda del mercado. Es decir, permiten una relación laboral triangular entre: 1) las empresas que ofertan productos, 2) lxs clientes que requieren el producto, y 3) lxs trabajadorxs de reparto que serán el medio para distribuir el producto.

[2] Hidalgo, Kruskaya y Valencia, Belén (2019): “Entre la precarización y el alivio cotidiano. Las plataformas Uber Eats y Glovo en Quito”, en Friedrich Ebert Stiftung Ecuador FES – ILDIS, Disponible en: http://library.fes.de/pdf-files/bueros/quito/15671.pdf

[3] Observatorio de Plataformas [@observatorio_plataformas]. (2020). Foto [Perfil de Instagram]. Instagram. Recuperado el 11 de diciembre de 2020, de instagram.com/observatorio_plataformas/

 
Contribuyentes (RUC), firma electrónica, un vehículo (moto, bicicleta, auto) en el que realizar el trabajo. Tras realizar un proceso de espera y entrega de todos los requisitos, que varían de acuerdo a los parámetros de las empresas dueñas de las apps,  lxs trabajadorxs están obligadxs a comprar la maleta y vestimenta necesarias para trabajar en las aplicaciones. Es decir, es la persona trabajadora quien pone todos los medios de producción para realizar el trabajo. Las empresas de apps de reparto aseguran prestar un servicio a lxs trabajadorxs, por el uso de la aplicación, por lo que niegan que haya un vínculo laboral entre las empresas y lxs trabajadorxs, es por eso que los denominan socios o colaboradores autónomos.

A pesar de que hay diferencias en el funcionamiento de las apps, ninguna de las empresas presta solamente un servicio, como su publicidad y contratos aseguran. Realmente son las apps las que disponen horarios de trabajo, precios de las entregas, miden el tiempo entre la recepción de un pedido y su entrega, miden la distancia que recorren lxs trabajadorxs y lxs califican por su desempeño. Las calificaciones las realizan tanto las empresas de apps como los comercios (tiendas, restaurantes, licorerías, supermercados, etc.) que ofertan sus productos a través de las apps y lxs clientes, que son quienes demandan los productos, desde su hogar o trabajo. En ese sentido, las calificaciones a lxs trabajadorxs devienen en formas de control, disciplinamiento y discriminación, ya que se enfrentan diariamente a ser calificadxs bajo parámetros de tiempo y trato, tanto con las personas de los comercios como con lxs clientes, y la calificación no necesariamente está mediada por cómo realizaron su trabajo, sino que muchas veces reciben calificaciones en base a la subjetividad de las personas que trabajan en los comercios y de lxs clientes. Varias son las experiencias de puntuación baja por xenofobia, por racismo, o porque muchas veces son lxs trabajadorxs quienes son castigadxs si algún producto de los recibidos no fue bien empacado o no es lo que lxs clientes específicamente pidieron por la app, recibiendo toda responsabilidad, sin ser ellxs lxs que manejan esa parte del servicio.

Hay varios casos en donde lxs trabajadorxs tienen prohibida la entrada a los comercios  en los que realizan el trabajo de recoger los pedidos para entregar a lxs clientes. Se enfrentan así a la imposibilidad de entrar a buscar los productos, y bajo parámetros de discriminación están obligadxs a esperar fuera del local sin importar el clima, las horas que se lleve trabajando, o el tiempo que se debe esperar por el pedido; no pueden acceder a usar los servicios higiénicos, y peor a un lugar donde sentarse y descansar mientras esperan por el pedido. Así mismo, se enfrentan al acoso de clientes que confunden la prestación de un servicio con el considerarlos parte de su servidumbre, pidiéndoles cargar productos que exceden el peso máximo que puedan llevar, o incluso pidiéndoles que realicen actividades que están por fuera de su trabajo; cuando lxs trabajadorxs se niegan a realizar el capricho de lxs clientes son mal calificadxs y en muchos casos sus cuentas en las apps son cerradas por las empresas bajo la política que “el cliente siempre tiene la razón”. 

Investigaciones realizadas a nivel mundial problematizan y visibilizan la precarización, sobreexplotación y abandono estatal a los que están expuestxs lxs trabajadorxs de aplicaciones de reparto. Las apps, bajo el discurso de que las personas que realizan el trabajo de reparto no son trabajadorxs, sino que son “autónomxs”, no reconocen ninguna vinculación laboral y mucho menos derechos laborales. Lxs trabajadorxs no cuentan con un salario fijo, muchxs trabajan más de 10 horas diarias, 7 días a la semana, sin vacaciones, para lograr llegar al monto económico necesario para el sostenimiento de su vida y la de su familia. Esto, tomando en cuenta que una parte de cada familia aún está en Venezuela, y que parte de los ingresos se destina siempre a remesas. Tampoco cuentan con seguros de salud, ni frente a accidentes ni siniestros viales, mucho menos con seguridad social.

En base a las calificaciones de las aplicaciones, cada persona accede a horas de trabajo, más pedidos y por ende mayores ingresos. Esto no solo coloca en peligro la vida de lxs trabajadorxs, que realizan su trabajo mayoritariamente en motocicletas y bicicletas, exponiéndose a siniestros viales en el que muchxs pierden la vida. También crea competencia entre lxs mismxs trabajadorxs. Varias han sido las denuncias realizadas en relación a cómo las apps obligan a realizar trabajos sin remuneración, en donde lxs trabajadorxs son parte de promociones que benefician a las apps, a los comercios socios, o lxs clientes en detrimento de lxs trabajadorxs. Por ejemplo, en medio de la pandemia por Covid-19, el trabajo de reparto aumentó su oferta y demanda y varios fueron los casos en donde las empresas de apps obligaron a lxs trabajadorxs a realizar dos entregas por el precio de una, es decir, las dos entregas eran cobradas completamente a lxs clientes mientras que lxs trabajadorxs recibían el pago de una, así las empresas tenían mayores ingresos. 

Es así que mientras las plataformas miden, disciplinan, controlan y te llaman “autónomx” para no reconocer derechos laborales, el Estado Ecuatoriano no regula su funcionamiento y mucho menos protege a lxs trabajadorxs; peor aún a la población migrante y refugiada. Por el contrario, a través de los aparatos públicos de coerción, policía, agentes de migración y tránsito, se coloca en mayor vulnerabilidad la vida de la población trabajadora.

En medio de la pandemia por Covid-19, el trabajo de reparto fue de esencial importancia, sobre todo en medio de la cuarentena obligatoria del 2020. En las zonas urbanas de las principales ciudades del país fue la población trabajadora, mayoritariamente migrante, la que sostuvo e hizo posible la cuarentena de las familias ecuatorianas. Las plataformas se volvieron un servicio esencial, ya que eran lxs trabajadorxs quienes llevaban principalmente alimentos y medicinas desde los supermercados y farmacias a las familias. A pesar de ser esenciales y poner el cuerpo a la enfermedad, al miedo, al abandono, no recibieron ninguna protección de bioseguridad, ni ayuda ni de las empresas en las que trabajan, ni del Estado Ecuatoriano, por el contrario, sus condiciones de vida y laborales mermaron, llegando a una situación de hiperprecarización de la vida.

Las mujeres que trabajan en las plataformas, según datos levantados por el Observatorio de Plataformas en el 2020[1], representan el 8% de lxs trabajadorxs a nivel nacional. Según nos comenta Yuly Ramírez, parte de la organización de trabajadores de Reparto Glovers Ecuador, las mujeres trabajan mayoritariamente de parrilleras, es decir, son las personas que van en la moto detrás del conductor, que por lo general es hombre, cargando la maleta de reparto; esto, nos  comenta,  se debe a los parámetros machistas que consideran que una mujer no puede manejar una moto y habitar la ciudad o la noche sola; pero también al miedo al acoso sexual y a la violencia vial a la que se enfrentan diariamente en las calles de la ciudad. En medio de la pandemia, el número de mujeres que trabajan en el reparto aumentó; ellas no solo enfrentan las condiciones precarizantes y sobreexplotadoras de las apps y al abandono estatal antes descritas; además, son las que se encargan mayoritariamente del trabajo reproductivo y de cuidado de sus familias, que en medio de la pandemia fue mucho más duro. Ese trabajo no distribuido, no visibilizado, no remunerado, no valorado, las expone a dobles y hasta triples jornadas de trabajo. De esta manera, las trabajadoras de reparto se enfrentan todos los días al acoso sexual, tanto en las calles, como por parte de clientes y de trabajadores de los comercios socios de las plataformas. También se enfrentan a la aporofobia, la xenofobia y la sexualización de sus cuerpos, violencias cotidianas de la sociedad ecuatoriana. Las mujeres migrantes no pueden parar de trabajar porque eso significaría que su familia no se alimente o no reciba cuidado ese día.

Escuchar los testimonios de las mujeres migrantes que trabajan en las aplicaciones de reparto es importante, para así reconocer a qué se exponen diariamente lxs trabajadorxs; reconocer que son las apps las que engañan y mienten, mientras explotan y  precarizan  a lxs trabajadorxs,  sin ningún control estatal y en total impunidad. Es igual de importante reconocer que los comercios,  socios y lxs clientes tienen responsabilidad en el trato que reciben lxs trabajadorxs ya que también violentan y discriminan, haciendo mucho más precario su trabajo. Es preciso que reconozcamos que las personas que trabajan en el reparto están realizando un servicio, no a nuestro servicio; y que muchas veces no han tenido tiempo ni espacio para comer, descansar, asearse, porque tienen un horario que cumplir. 

Es necesario escuchar a lxs protagonistas de esta realidad de primera mano y comprenderla, a fin de demandar regulaciones y progresión de los derechos laborales en este contexto, de los que el Estado es un gran deudor. Como consumidorxs tenemos responsabilidad sobre el trato que damos a las personas que ponen el cuerpo para que podamos acceder a un servicio sin arriesgarnos. El consumo responsable no es solo un slogan para medir los que comemos, bebemos o ponemos en nuestros cuerpos, incluye cómo concebimos y dignificamos el trabajo de aquellos cuerpos que permiten que los productos lleguen a la puerta de nuestro hogar o lugar de trabajo. Lxs trabajadorxs de reparto mediante apps necesitan y merecen un trato y condiciones laborales dignas en su trabajo. Si realizas un pedido mediante una aplicación pregunta si están pagando por el mismo; si tuvieron acceso a la propina que incluiste; si les pagaron el viaje extra en caso de que vayan dos veces con el mismo pedido. Recuerda que el respeto, la empatía, la reciprocidad y la solidaridad son urgentes y necesarias para sostenernos.

[1] Ibid.

Les invitamos a escuchar una entrevista en audio para Memoria caminante de Venezuela realizada a Yuly Ramírez, repartidora de Glovo en Quito, que nos cuenta cómo llego al Ecuador tras salir de su país Venezuela; cómo llegó a trabajar en la empresa de reparto Glovo; cuáles son las condiciones laborales a las que se enfrenta en las apps de reparto; cómo se organizaron lxs trabajadorxs para sostenerse en medio de la precarización, la explotación y el abandono; cómo vive el ser mujer trabajadora de reparto; y cómo sobrellevan este trabajo junto al trabajo reproductivo y de cuidado. Gracias por escucharla. 

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